¿Podemos educar para la Motivación?

Herramientas para potenciar esta capacidad mental en el Aula

Si deseas construir un barco, no recurras a los hombres para que busquen madera, ni les asignes cometidos; Transmíteles la nostalgia de la inmensidad inabarcable del mar.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

¿Qué es la motivación?

Llamamos fuerza de motivación al impulso que nos lleva a actuar y que dirige la acción. Significa “tener ganas de hacer algo”. Cuando carecemos de ellas nos encontramos “desmotivados”, “desanimados”, nada nos interesa, nada atrae nuestra atención. En cambio, cuando estamos “motivados” el esfuerzo nos cuesta menos. No es de extrañar que este tema preocupe a todo el mundo, en el plano personal, laboral, económico o educativo. “Es triste tener que hacer por deber lo que podría hacer por entusiasmo”, escribió Ortega. Tenía razón, pero, por desgracia, no podemos manejar la motivación a nuestro antojo. Procede de la inteligencia generadora. De ahí nos llegan los deseos más cercanos a la biología –hambre, sed, sexualidad- y los más complejos –el deseo de triunfa, o de superarme, o de crear—Podemos decir que el conjunto de deseos –de estilos de motivación- define la personalidad, por eso, la educación ha intentado siempre influir en los deseos. Como escribió Aristóteles: “El fin de la educación es enseñar a desear lo deseable”.

Pero esto no es nada fácil como hemos dicho, las motivaciones y los deseos proceden del trabajo no consciente de la inteligencia generadora. Eso nos hace estar a merced de algo que no controlamos. Por eso, una de las funciones ejecutivas que estamos estudiando pretende influir en el propio sistema de motivación. Pasar desde una motivación exterior a una automotivación

La analogía del viaje

Ahora nos toca internarnos en la motivación. 
Decidiste hacer un viaje. ¿Qué te ha movido a ello?

a. El deseo de viajar, de cambiar un ambiente por unos días y descansar. 
b. Un incentivo. Una meta. Un premio. Unos amigos te han hablado de que han estado en una playa maravillosa del Caribe. Y te ves allí, tomando sol y bebiendo mojito. 
c. Algunas facilidades. Has visto en una agencia de viajes que había una oferta muy económica.

Estos son los tres elementos que juntos constituyen la motivación: el deseo, el premio esperado y los factores que facilitan la decisión.

¿Por qué es importante conocer bien estos tres componentes? Porque si quiero motivar a alguien o MOTIVARME A MÍ MISMO, debo actuar sobre uno de ellos: o aumento el deseo o aumento el premio o aumento las facilidades para conseguirlo. Las tres preguntas claves son:

  • ¿Cómo puedo influir sobre mis deseos?
  • ¿Cómo puedo influir sobre los incentivos?
  • ¿Cómo puedo influir sobre los factores que facilitan la decisión?

Los deseos

No puedo suscitar en mí directamente el deseo de hacer dieta, ni en mis alumnos el deseo por estudiar álgebra. Cualquier meta, para que sea atractiva, debe enlazar con algún deseo que ya esté actuando. Todos venimos con tres grandes deseos “de fábrica” y a ellos debemos referirnos cuando deseamos “motivarnos” o “motivar”.

  1. Pasarlo bien. Este es un deseo referido a uno mismo. Egocéntrico, podríamos decir. Quiero disfrutar, satisfacer mis necesidades, estar cómodo, sentirme seguro, divertirme, jugar. Deseo permanecer en mi zona de confort.
  2. Mantener relaciones sociales cordiales, agradables, sentirme valorado, reconocido, querido. Ayudar y ser ayudado. Tener una imagen social de la que pueda sentirme orgulloso. Aquí se une el impulso afiliativo y también la motivación de mejoría del yo.
  3. Deseo sentir que mis posibilidades se amplían, que soy capaz de hacer cosas valiosas, de dar sentido a lo que hago, de progresar, tener una imagen íntima satisfactoria. Aquí se incluye la motivación de competencia.

Cuando queremos despertar un deseo hacia algo –desde estudiar idiomas hasta comprar un automóvil - tenemos que enlazar con alguno de estos deseos fundamentales.

Con mucha frecuencia, los deseos están ahogados por fuerzas que parecen impedir su manifestación. Por ejemplo, si tomas una decisión –aunque sea la de irse de vacaciones- produce ansiedad, acabaré no teniendo deseo de ir de vacaciones. En los adolescentes puede suceder con frecuencia. Estudiar puede relacionarse con el deseo universal de saber, pero si un muchacho cree que estudiar le hace formar parte del grupo de los “nerd”, que es ridiculizado por sus amigos, no estudiará. Sabemos que no estudiar puede ser un modo de autodefensa. Un niño puede tener miedo a fracasar en los exámenes, y entonces prefiere no presentarse, porque a sus ojos suspender “voluntariamente” protege más su autoestima que suspender habiéndose esforzado.